El escritor cubano Juan Abreu, residente en Barcelona , escribe sobre el concierto de Juanes Juan Abreu No hay nada que argumentar. Lo mismo que un judío no tiene que argumentar nada lo mismo que un chileno no tiene que argumentar nada. Si en medio siglo no han podido enterarse de lo que pasa en la isla, no es asunto nuestro. Llevan con su silencio cincuenta años cagándose en el dolor de millones de personas. ¿Y ahora quieren sermonearnos?
¿Qué pasa? Pues que un payaso que canta y vende sus bodrios a los exiliados de Miami quiere ir a la misma Plaza donde se ha pedido el fusilamiento de muchos de los familiares de los que compran sus discos y cantarle a la dictadura que los fusiló, los encarcelo o los expulsó. Eso es lo que pasa. En Cuba no se le canta a nadie más que a la dictadura. Esbirros organizan el concierto. ¿Y qué quieren? ¿Que las víctimas los aplaudan? Serán canallas. Las víctimas lo que deben hacer es organizar un boicot contra todos los payasos que participen en el concierto en La Habana. Pero un boicot de verdad. Que el programador de una emisora de Miami que ponga un disco de alguno de los payasos cantantes tenga al instante una manifestación a las puertas de la estación. Lo mismo para quien venda sus discos.
¡Háganse respetar y dejen por una vez de ser tan sumisos!
¿Paz? ¿Qué coño es eso? De nosotros lo único que deben esperar es la guerra. Es una pena que los cubanos de Miami después de cincuenta años de burlas y humillaciones a manos de estos payasos cantantes y diversos payasos intelectuales y de ralea semejante, no hayan aprendido a hacerles la guerra más implacable. Como hacen los judíos. Es el único idioma que entiende esta gentuza. El del dinero. Que empiecen a bajar las ventas de discos y verán como enseguida ven los fusilados, los ahogados, ven a las víctimas.
Con estos payasos no hay nada que argumentar. Hay que decirles ve y canta donde te venga en ganas pero que sepas que vas a pagar un precio. El mismo que hemos pagado los escritores, artistas, músicos y cantantes cubanos exiliados enemigos de la dictadura. El precio que nos ha hecho pagar la izquierda culona norteamericana y europea por el simple hecho de denunciar la dictadura. Esto es una guerra. Que se enteren. Es hora de que dejemos de ser nosotros, exclusivamente, los que ponemos las víctimas.
¿Hablar? Nada que hablar.
Que hablen con los miles de muertos en el Estrecho de la Florida, que hablen con los fusilados, que hablen con medio país que ha pasado por las cárceles, que ha tenido que huir, que hablen con las generaciones de niñas prostituidas, con las generaciones de niños embrutecidos y envilecidos en nombre de una idea imbécil y de un caudillo siniestro.
Conmigo al menos, no hay nada que hablar.
Qué pasa. ¿Que El País jamás nos mencionará? ¿Que algún nazionalista que algún nazizquierdista no nos publicará los libros?
Que se lo metan por el culo.
Yo he salido al mar a buscar balseros y he visto las balsas vacías. Yo he visto los restos de los naufragios en las costas. Yo he mirado a los ojos a Mario Chánez de Armas que pasó treinta años en un infecto agujero, más que Mandela por cierto, cabrones. Yo he estado en el ejército y nos han dado órdenes de disparar a los que escapan. Me honra haber incumplido esa orden. Yo he visto a mi madre llorar porque no tenía qué dar de comer a sus hijos y después a sus nietos. Hablen guitarreros, intelectuales a la venta por un p remio, un viaje o una feria de libros, hablen culosgordos chupasubvenciones en fin zopencos vendidos hablen con los hijos con las madres con los hermanos con los padres de los ahogados de los ametrallados tratando de escapar. Hablen con los miles de torturados, hablen con los presos políticos. Hablen con los millones de vidas aniquiladas.
¿Conmigo? Conmigo no hay nada que hablar.
Yo sólo aspiro a insultarlos, a burlarme de ustedes. Conmigo no tienen nada que hablar. Yo sólo pido al Gran Dios de las Palabras que mantenga mi furia intacta y vívida hasta el final.
Jorge Ybarra Navia
¿Qué pasa? Pues que un payaso que canta y vende sus bodrios a los exiliados de Miami quiere ir a la misma Plaza donde se ha pedido el fusilamiento de muchos de los familiares de los que compran sus discos y cantarle a la dictadura que los fusiló, los encarcelo o los expulsó. Eso es lo que pasa. En Cuba no se le canta a nadie más que a la dictadura. Esbirros organizan el concierto. ¿Y qué quieren? ¿Que las víctimas los aplaudan? Serán canallas. Las víctimas lo que deben hacer es organizar un boicot contra todos los payasos que participen en el concierto en La Habana. Pero un boicot de verdad. Que el programador de una emisora de Miami que ponga un disco de alguno de los payasos cantantes tenga al instante una manifestación a las puertas de la estación. Lo mismo para quien venda sus discos.
¡Háganse respetar y dejen por una vez de ser tan sumisos!
¿Paz? ¿Qué coño es eso? De nosotros lo único que deben esperar es la guerra. Es una pena que los cubanos de Miami después de cincuenta años de burlas y humillaciones a manos de estos payasos cantantes y diversos payasos intelectuales y de ralea semejante, no hayan aprendido a hacerles la guerra más implacable. Como hacen los judíos. Es el único idioma que entiende esta gentuza. El del dinero. Que empiecen a bajar las ventas de discos y verán como enseguida ven los fusilados, los ahogados, ven a las víctimas.
Con estos payasos no hay nada que argumentar. Hay que decirles ve y canta donde te venga en ganas pero que sepas que vas a pagar un precio. El mismo que hemos pagado los escritores, artistas, músicos y cantantes cubanos exiliados enemigos de la dictadura. El precio que nos ha hecho pagar la izquierda culona norteamericana y europea por el simple hecho de denunciar la dictadura. Esto es una guerra. Que se enteren. Es hora de que dejemos de ser nosotros, exclusivamente, los que ponemos las víctimas.
¿Hablar? Nada que hablar.
Que hablen con los miles de muertos en el Estrecho de la Florida, que hablen con los fusilados, que hablen con medio país que ha pasado por las cárceles, que ha tenido que huir, que hablen con las generaciones de niñas prostituidas, con las generaciones de niños embrutecidos y envilecidos en nombre de una idea imbécil y de un caudillo siniestro.
Conmigo al menos, no hay nada que hablar.
Qué pasa. ¿Que El País jamás nos mencionará? ¿Que algún nazionalista que algún nazizquierdista no nos publicará los libros?
Que se lo metan por el culo.
Yo he salido al mar a buscar balseros y he visto las balsas vacías. Yo he visto los restos de los naufragios en las costas. Yo he mirado a los ojos a Mario Chánez de Armas que pasó treinta años en un infecto agujero, más que Mandela por cierto, cabrones. Yo he estado en el ejército y nos han dado órdenes de disparar a los que escapan. Me honra haber incumplido esa orden. Yo he visto a mi madre llorar porque no tenía qué dar de comer a sus hijos y después a sus nietos. Hablen guitarreros, intelectuales a la venta por un p remio, un viaje o una feria de libros, hablen culosgordos chupasubvenciones en fin zopencos vendidos hablen con los hijos con las madres con los hermanos con los padres de los ahogados de los ametrallados tratando de escapar. Hablen con los miles de torturados, hablen con los presos políticos. Hablen con los millones de vidas aniquiladas.
¿Conmigo? Conmigo no hay nada que hablar.
Yo sólo aspiro a insultarlos, a burlarme de ustedes. Conmigo no tienen nada que hablar. Yo sólo pido al Gran Dios de las Palabras que mantenga mi furia intacta y vívida hasta el final.
Jorge Ybarra Navia
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