By JAVIER MONJAS
La detención por terrorismo islamista de un ingeniero nuclear de origen argelino en el CERN, último episodio de la obsesión yihadista por asestar un golpe atómico a Occidente.
Francia había acogido a su familia argelina y le había hecho nacer a él mismo como un francés más. Francia le había facilitado educación hasta convertirle en ingeniero nuclear. Y Francia le había dado trabajo en el más vanguardista centro de investigación científica de Europa, el CERN. No era, desde luego, el prototipo de marginado, herido por el racismo y la falta de oportunidades, enarbolado por la propaganda de la Alianza de las Civilizaciones y los victimismos de los sancionadores de la “violencia” como consecuencia de una -algo así como- comprensible, si no justa, “venganza” por la “pobreza”, como decía el mes pasado el poderoso cardenal Tauran dentro del implacable alineamiento vaticano con el islam (ND).
Pero el científico de origen argelino detenido la semana pasada por la inteligencia antiterrorista francesa sólo pensaba en facilitar información y objetivos a sus ‘hermanos’ del Al Qaeda para el Magreb Islámico. En los últimos meses, las noticias sobre el tráfico de información y material nuclear están siendo ignoradas por el gran ruido del plan atómico de Irán. Pero los intentos de la yihad nuclear contra Occidente no hacen sino brotar como envenenadas setas de odio fuera y dentro de la Tierra del Islam.
Oraciones al dios atómico
En Estados Unidos y Europa, España incluida, es ya casi un lugar común reconocer que las cosas van mal en Afganistán, que las cosas “no están saliendo bien”, como admitía el ministro español del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, sobre el cadáver caliente del último soldado de esa nacionalidad muerto en ataque terrorista en lo que el gobierno de Madrid se empeña en calificar como “misión de paz” en el país asiático.
En Estados Unidos y Europa, España incluida, es ya casi un lugar común reconocer que las cosas van mal en Afganistán, que las cosas “no están saliendo bien”, como admitía el ministro español del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, sobre el cadáver caliente del último soldado de esa nacionalidad muerto en ataque terrorista en lo que el gobierno de Madrid se empeña en calificar como “misión de paz” en el país asiático.
El pasado mes de junio, Mustafa Abul-Yazeed, tercero de Al Qaeda y líder de la organización en la insurgencia talibán afgana, advertía de forma clara que los “musulmanes” utilizarán armas nucleares contra Estados Unidos si su vanguardia mujaidín consigue hacerse con ellas. “Quiera Alá que los americanos no se hagan con las armas nucleares de los musulmanes”, decía Abul_Yazeed a Al Jazeera antes de puntualizar: “Rezamos para que los musulmanes tengan esas armas y sean utilizadas contra los americanos“.
El riesgo de que parte del arsenal atómico de Afganistán caiga en manos de talibanes era tomada muy en cuenta hace apenas unos meses por la propia secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, coincidiendo con la desesperada ofensiva pakistaní por recuperar algún control sobre el valle del Swat. Los Estados Unidos están “preocupados” por el arsenal nuclear de Pakistán “si lo inimaginable sucede” (ND). Y hay mucho movimiento subterráneo en la zona en torno a las armas nucleares, y todo él manejado por yihadistas que desean dar un ‘escarmiento’ a Occidente, según declaran una y otra vez, en sus constantes intentos por que lo “inimaginable” suceda.
Los ingenieros nucleares de la yihad
En septiembre, Abdul Qader Khan, padre del programa nuclear pakistaní, desvelaba en una entrevista cómo musulmanes de Sri Lanka en Dubai estaban suministrando bajo la mesa material nuclear a Pakistán, Irán y Libia. “Es una compañía con la que hemos establecido relaciones desde que no recibimos material de Europa. Son musulmanes de Sri Lanka”, decía Khan. Este hombre no es un científico nuclear cualquiera. A. Q. Khan fue juzgado en su propio país después de confesar que él mismo había suministrado material nuclear -básicamente, centrifugadoras (confirmado por el anterior líder pakistaní, el general Pervez Musharraf) y, según algunos, uranio- a Corea del Norte y a Irán. Su condena ha sido revocada por los tribunales de su país, pero no su abierta intención de que un día más pronto que tarde los musulmanes se venguen de Occidente con una ofensiva nuclear.
En septiembre, Abdul Qader Khan, padre del programa nuclear pakistaní, desvelaba en una entrevista cómo musulmanes de Sri Lanka en Dubai estaban suministrando bajo la mesa material nuclear a Pakistán, Irán y Libia. “Es una compañía con la que hemos establecido relaciones desde que no recibimos material de Europa. Son musulmanes de Sri Lanka”, decía Khan. Este hombre no es un científico nuclear cualquiera. A. Q. Khan fue juzgado en su propio país después de confesar que él mismo había suministrado material nuclear -básicamente, centrifugadoras (confirmado por el anterior líder pakistaní, el general Pervez Musharraf) y, según algunos, uranio- a Corea del Norte y a Irán. Su condena ha sido revocada por los tribunales de su país, pero no su abierta intención de que un día más pronto que tarde los musulmanes se venguen de Occidente con una ofensiva nuclear.
En una entrevista a un canal de noticias pakistaní el pasado mes de septiembre, Khan era muy claro: “Puesto que Irán es un importante país musulmán, queremos que Irán tenga esta tecnología (nuclear). Los países occidentales nos están presionando de forma injusta”. “Si Irán tiene éxito en la obtención de tecnología nuclear, (los musulmanes) seremos entonces un bloque poderoso en la región con que contrarrestar la presión internacional”, concluía, de forma extremadamente clara y precisa, el científico Khan.
Según informaciones dignas de atención, algunos destacados y muy significativos personajes de la política internacional estadounidense, como el anterior embajador de ese país ante las Naciones Unidas, John Bolton, ya habrían comunicado al MI6 que Arabia Saudí permitiría sobrevolar su territorio a la aviación israelí si Jerusalén se decidiera a bombardear las instalaciones nucleares iraníes de Qom dentro del marco de profunda desconfianza y recelo que una gran mayoría del bloque árabe mantiene respecto al programa atómico de Irán, alentado por las divisiones sectarias islámicas entre sunitas y chiítas (ND), y recrudecido en cada conflicto regional, muy notablemente durante la última Guerra del Líbano por las sucursales iraníes chiítas en Gaza (Hamás) y el propio Líbano (Hezbollah) (ND).
Un quintacolumnista en el CERN
De forma que, bien a través de las trastiendas científicas y políticas de las capitales árabes y musulmanas, bien desde las órdenes emanadas desde las montañas de la frontera noroccidental afgano-pakistaní, la obsesión es conseguir armas nucleares y utilizarlas contra el infiel. No serán que no lo avisan. Y en este contexto es en el que la inteligencia francesa se decidía a terminar de forma urgente con el seguimiento al que había venido manteniendo durante más de un año al ingeniero nuclear de origen argelino que trabajaba a la vez tanto para el Centro Europeo de Investigación Nuclear como para sus ‘hermanos’ de Al Qaeda para el Magreb.
De forma que, bien a través de las trastiendas científicas y políticas de las capitales árabes y musulmanas, bien desde las órdenes emanadas desde las montañas de la frontera noroccidental afgano-pakistaní, la obsesión es conseguir armas nucleares y utilizarlas contra el infiel. No serán que no lo avisan. Y en este contexto es en el que la inteligencia francesa se decidía a terminar de forma urgente con el seguimiento al que había venido manteniendo durante más de un año al ingeniero nuclear de origen argelino que trabajaba a la vez tanto para el Centro Europeo de Investigación Nuclear como para sus ‘hermanos’ de Al Qaeda para el Magreb.
La noticia había sido adelantada por Le Figaro como una simple detención más de dos islamistas más en Vienne, algo ya casi rutinario. Pero al día siguiente las alarmas se disparaban cuando el mismo periódico aclaraba que uno de ellos trabajaba para el CERN, que este hombre -con la colaboración de su hermano (esta vez, de sangre), el otro detenido- había ido suministrando posibles objetivos para atentados terroristas en Francia y que la operación se había puesto en marcha en el entorno de una investigación más amplia sobre las conexiones del islamismo francés con terminales en Afganistán.
Ya por entonces el debate se establecía en cómo era posible que un islamista se hubiera infiltrado en el CERN. En los foros de Internet, lejos de la corrección política y la autocensura de medios y políticos, la pregunta era más brutal: cómo era posible que el Centro hubiera empleado a un musulmán. En pleno desconcierto general, el CERN emitía un comunicado en el que afirmaba que el ingeniero nuclear “nunca había estado en contaco con ningún elemento que pudiera ser utilizado con fines terroristas” y que, además, “no era un empleado del CERN” sino un investigador “en el marco de un contrato con una institución exterior”.
El Big Bang y otro Bang más pequeño
“Ninguna de las investigaciones seguidas por el CERN tiene una aplicación militar potencial”, concluía el organismo paneuropeo. Pero allí estaba el ingeniero nuclear francés de origen argelino, pasando información a quienes ven el Magreb islámico en el futuro muy extendido por encima del Estrecho de Gibraltar. Se diría que el detenido y ya acusado de vínculos con Al Qaeda era un becario en una granja de cría de conejitos. Pero no. Según se ha ido sabiendo, se trata de un científico de muy alto nivel que ya había trabajado en instalaciones de investigación de vanguardia como el británico Rutherford Appleton Laboratory de Oxford.
“Ninguna de las investigaciones seguidas por el CERN tiene una aplicación militar potencial”, concluía el organismo paneuropeo. Pero allí estaba el ingeniero nuclear francés de origen argelino, pasando información a quienes ven el Magreb islámico en el futuro muy extendido por encima del Estrecho de Gibraltar. Se diría que el detenido y ya acusado de vínculos con Al Qaeda era un becario en una granja de cría de conejitos. Pero no. Según se ha ido sabiendo, se trata de un científico de muy alto nivel que ya había trabajado en instalaciones de investigación de vanguardia como el británico Rutherford Appleton Laboratory de Oxford.
Mientras el CERN intenta calmar la inquietud provocada por la infiltración del -al menos- filoterrorista, la institución se prepara para poner de nuevo en marcha en noviembre su acelerador de partículas, con el que intentará reproducir las condiciones del primigenio Big Bang, ahora ya con la vaga convicción de que al menos uno de sus científicos se habría contentado con un Bang un poco menor pero bien dirigido contra quienes le emplearon, acogieron y educaron como uno de los suyos… sin serlo.
ORIGINAL DE SEMANARIO ATLANTICO [http://bit.ly/1mPkBY]
Anytime: gurgueiros@gmail.com
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