Tuesday, November 17, 2009

HISTORIA RECIENTE DE UN EXPERIMENTO CUBANO CON LA VERDAD








TESTIMONIO EN ROJO DE UNA PEREGRINACIÓN:

Por Dmitri Prieto Samsonov.


El viernes pasado tuve la suerte participar de un raro acontecimiento: una peregrinación performática contra la violencia en medio del Vedado capitalino. Días antes, me enteraba por alguien en la AHS que “el viernes a las cinco hay una peregrinación que parte del Café de G hacia Coppelia; es contra la violencia”. La impersonalidad del “hay” creaba el misterio necesario para sentir curiosidad sobre quiénes y de qué modo.


Como ayudé a organizar hace poco más de un mes un evento en homenaje al Día Mundial de la No Violencia (es el 2 de octubre, fecha del natalicio de Mahatma Gandhi), coordinado por el proyecto Ahimsa junto con la Red Observatorio Crítico, que tuvo lugar en la Casa de Cultura de Plaza, me interesó mucho apreciar esta nueva acción.


La violencia es una lógica perversa que atraviesa el tejido social; se reproduce en nuestros corazones en una gran cantidad de contextos por cuales transitamos. Para luchar contra la violencia hay que desarrollar coraje, perseverancia, decisión y espíritu de humildad. Existe todo un cuerpo de teorías y prácticas en relación con la no-violencia que proponen pautas de acción y de convivencia social; muchos de esos saberes se relacionan con la ecología, las religiones, el feminismo, los movimientos libertarios, la antropología y otras expresiones sociales. Nombres como Lao Tzu, Gautama Buddha, Jesús de Nazaret, Tolstoi, Thoreau, Gandhi, Martin Luther King Jr., acompañan su historia. Llegué, pues, a las 5 pm al Café de G, y observé que aparecían cada vez más personas. Jóvenes fundamentalmente, vestidos “normal”, sin extravagancias ni teatralidad. Mucha gente que participó en el evento de Ahimsa está también esta vez, lo que me animó.
Cerca de doscientas personas, incluyendo trovadores, artistas, escritores, promotores culturales reconocidos y reconocibles, altos funcionarios de la AHS y del MINCULT, así como agentes de protección policial. Me mantuve mirando desde el café mientras crecía la congregación enfrente, al lado del cine Riviera, en lo que después supe que se llamaba Parque Dimitrov, y una rara tensión se hacía sentir en el ambiente.Palabras de Fernando Rojas: “¿Pero por qué no lo informaron? ¿Por qué no coordinaron con nosotros?”. Obviamente, es un hecho raro que algo así se organice “solo”. Me alegró ver a los compañeros de la AHS sumarse al grupo.
Lo que sí estaba claro es que cada cual decidía si entrar o salirse. En un momento, se comenzaron a repartir carteles en cartón carmelitoso, con frases como “No + Violencia” y “Súmate”. Está claro que alguien vino preparado para equipar con ellos a la peregrinación; por otra parte, algunos involucrados comenzaron a fabricar in situ sus propios carteles, pero, como me contaron después, los promotores vigilaban que no hubiese expresiones de política “explícita” en los mismos.
En mi carácter de “antropólogo”, preferí caminar inicialmente por la acera del Café, mientras por la del cine Riviera comenzaba el movimiento. Pero cuando vi que decididamente todo se movía con muy buena onda, crucé 23, priorizando así al participante por sobre el observador. Disfruté acompañar esa extraña “masa humana”, tan poco “masa”, tan humana y alegre, casi eufórica. Me pasaron un cartón de “No + Violencia”, y cruzamos 23 frente al cine Yara.
Otros amigos se fueron incorporando, muchos con cámaras, otros con carteles, rostros de cubanos y de extranjeros, por la avenida 23, la cruzamos, enseñamos los carteles a los transeúntes, algunos se incorporaron. Se entonaban melodías de Silvio, de John Lennon y de los Van Van. La parada de Coppelia: nos miraron, asombrados; otros, ausentes. El edificio de la Agencia de Información Nacional: bajaron varios compañeros y tiraron fotos.En la peregrinación, muchos éramos conocidos y caminábamos hablando en voz alta.
Otros, gritaban consignas de “paz y amor”. La mayoría --me atrevo a estimar-- participaba por primera vez en una caminata donde se entrase y se saliese a discreción, por decisión propia, protagónica, y sobre todo permanecía el misterio de cómo tanta gente fue capaz de reunirse y organizarse por unos pocos minutos, a base sólo de un mensaje que migró de boca a oreja. De nuevo, Café de G: cruzamos y llegamos al punto de partida.
Los carteles formaron una lomita en el piso del parque Dimitrov, y fué la euforia general. Llegó la hora de la farándula, y la militancia cedió ante la pose y las fotos. Alguien gritó, citando de nuevo a Formell en el concierto por la paz de Juanes: “¡Se acabó el abuso!”.
Me despedí de mis amigos, les di la mano a ellos y a los funcionarios que estabán allí mismo.Mientras, la ciudad seguía su ritmo normal: oscurecía, en lo que las guaguas transitaban repletas, la gente con sus habituales rostros de tensión o de complacencia. La violencia sigue siendo una lógica perversa que va atravesando el tejido social…
El enfrentamiento no-violento a los gendarmes, imperialistas y fascistas (el lector puede añadir más calificativos…) que tenemos “enfrente” tiene la virtud de conducirnos al enfrentamiento a los gendarmes, imperialistas y fascistas que llevamos dentro (“todos tenemos un Hitler dentro”, decía Lennon). En esa lucha interior conocemos entonces que los gendarmes, imperialistas y fascistas de “fuera” son también seres humanos igual que nosotros mismos. Algunos dirán: “¡Ajá! Eso es humanismo burgués y abstracto”.
A esos respondemos: la burguesía ha demostrado infinidad de veces cómo es “su” “humanismo”; ya sabremos discernir (no es tan difícil, ¿verdad?). Y en cuanto a la abstracción, ningún movimiento social comienza sin “abstraerse” de su realidad en una utopía. No es la abstracción la que condiciona el terrible final de muchos movimientos liberadores, sino su frecuente incapacidad de concebir también una antiutopía que ayude a vigilar sus proyectos “desde dentro”. El destino del socialismo en el siglo XX enseña mucho sobre ese punto.Al término de la peregrinación, conocimos que varias personas habían sido detenidas por fuerzas policiales en su casa o camino al lugar.
Cuando emprendí el regreso, me pararon cerca del parque del Quijote dos jóvenes (uno mostró un carné, en lo que el otro se presentaba como “prensa”) que hacían su trabajo; me preguntaron insistentemente qué cosa era el socialismo autogestionario y si conocía a los organizadores del performance. Les traté de explicar, pero parece que quedaron insatisfechos, pues concebían tal socialismo como una especie de “partido” o “grupúsculo”. Me pareció tragicómico ese enfoque en un momento en que Nuestra América delinea los rasgos del socialismo del XXI. Uno de ellos insistió en negar mi identidad de ruso, herencia de mis abuelos que tuvieron el valor de enfrentar a los nazis en el frente (como voluntarios) y en la retaguardia de la Guerra Patria. La llegada de un amigo jurista nos ayudó a diversificar el debate amigable que tenía lugar, hasta que nos dejaron ir, mediando un apretón de manos.
El compañero del carné y el de la “prensa” no parecían muy contentos con las explicaciones que les dimos, pero el segundo nos insistió en que debíamos “evitar dos cosas: derramar sangre entre hermanos, así como ser manipulados”. A casa, pues; aunque no fue así para todos. Parecía que en cierto sentido la peregrinación lograba un éxito, pero quedaba claro que las cubanas y los cubanos debemos mandarnos a correr para ponernos a la altura de la praxis cívica que poco a poco vamos aprendiendo a hacer.
El contacto con el apocalipsis de la historia, con la oscura obra de las fuerzas ciegas, es un mensaje contra el olvido. Los demonios emergidos a la luz del día fungen como antídoto contra la farándula “rosadita”; provocan que re-invoquemos el “¿Qué es 03C?” del diciembre revolucionario de 1958, o las palabras finales de Julius Fučik en Reportaje al pie de la horca: “Hombres, os he amado; ¡estad alertas!”. Después de la recurva de la peregrinación por la calle 23 a su punto de partida, comenzaba la peregrinación a los abismos nuestros. La peregrinación contra el miedo interior, acompañada misteriosamente del “profundo estupor ante la dignidad del ser humano”.
Para descubrir que la revolución “exterior” (virtual) no tiene sentido sin la revolución “interior” (actual) en cada uno, en nosotros, en mí mismo. Y viceversa, porque --cierto-- la imprescindible reconstrucción social que ansiamos en Cuba y en el planeta es imposible sin la renovación del ser interior de sus protagonistas, pero para que esta pueda andar necesitamos arrasar las instituciones que la lastran e inventar (poetizar=politizar) otras nuevas. Luchar contra la violencia es autopoiesis solidaria.
Pero se comienza por lo más cercano del ser social: por nosotros mismos. Entonces, los miedos se van, la agonía transmuta en un protagonismo respetuoso del prójimo, y la paz de los vivos nos constituye en guerreros.
Corresponsal en Suecia: Jorge Ybarra Navia.

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