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Espías y cazadores (Entrevista a Chris Simmons)
By Arnaldo M. Fernández
Las «voces alternativas» del exilio cubano se alborotaron cuando el teniente coronel (R) Christopher Simmons, uno de los interrogadores de la super-espía de Castro en el Pentágono, Ana Belén Montes, apareció en la televisión de Miami dando nombres y apellidos de otras piezas menores del espionaje castrista en los Estados Unidos.
La reacción más aguda estribó en tachar a Simmons de anti-americano, por denunciar a «profesores universitarios, destacadas figuras de la comunidad y exiliados [sin] mostrar prueba alguna».
Semejante tacha descansa sobre la falacia de concreción fuera de lugar. Presumir la inocencia hasta que se demuestre la culpabilidad es principio de administración de justicia, no de programas de televisión. Descalificar a Simmons por alegar hechos y dar opiniones frente a las cámaras, sin atenerse a las reglas judiciales, equivale a desvirtuar el ensayo como género literario por haberlo definido así Ortega y Gasset: «la ciencia menos la prueba explícita» (Meditaciones del Quijote, 1914).
Simmons advierte: «Siguiendo el consejo de mis abogados en el primer proceso judicial por este motivo, quiero recalcar que yo no lanzo por gusto nombres al aire. Si menciono a alguien como espía o agente de Castro es porque tengo documentación y otros medios de prueba para confirmarlo. Nadie se llame a engaño: yo sé perfectamente de qué estoy hablando cuando digo que éste o aquél es un espía o agente de la inteligencia castrista».
Ese primer proceso judicial trajo su causa de que Sylvia Wilhelm se atrevió a demandar a Simmons por haberla señalado como agente de Castro. Hay buenas noticias para quienes exigen rigor jurídico a Simmons: Wilhelm acaba de salir muy mal parada en el trámite pre-judicial de deposición, en el cual los abogados de ambas partes interrogaron y recogieron declaraciones juradas. Al alegato acusatorio de Wilhelm por difamación, Simmons solo pudo oponer la clásica defensa inglesa de verdad factual y comentario atinado (Reynolds v. Times Newspapers Ltd., 1999).
¿Irá entonces Sylvia Wilhelm a la cárcel por haber espiado para Castro?
«Por supuesto que no. Los espías que yo saco a la luz ya están “fundidos”. Luego de averiguarse quiénes eran y qué estaban haciendo, costaba menos darles cordel que echar a andar la maquinaria judicial de alto consumo para llevarlos a la cárcel. Caen en chirona solo aquellos que fueron advertidos, pero sucumbieron a la tentación de seguir colaborando con Castro, como la pareja cubano-americana de Carlos Álvarez y Elsa Prieto, o la pareja judío-americana de Gwendolyn Steingraber y Walter Kendall Myers».
La progresía alborotada de Miami disparó contra Simmons una andanada de argumentos ad hominen: que no sabe español, se retiró con grado militar relativamente bajo y no ha conseguido trabajo en un centro académico de alto nivel. Para dejar acreditado que no sabe de qué está hablando, el vocero de esa progresía subrayó que todas las universidades «tienen en común su falta de interés por Simmons». La cosa es peor, como explica Simmons.
«El problema no es la gente que trabaja contra la inteligencia castrista, sino la burocracia que se empina sobre la miopía de Washington. Por décadas arraigó que si no persigues a los espías de Rusia, China u otra nación con armas nucleares, no estás en la primera línea del contraespionaje. Y en consecuencia, hay muy pocos deseos de asignar recursos a las investigaciones sobre Cuba.
»La clave profesional está en pertenecer al primer equipo, y una de las causas de la tragedia de septiembre 11 de 2001 fue precisamente esa mentalidad fragmentaria, que se expresa en la arrogancia organizacional de atender solo a las potencias nucleares, sin importar los demás países del mundo, entre ellos la islita de Cuba.
»De ahí que mis colegas y yo trabajáramos con arreglo a la política que denomino «vivir con eso», y consiste en saber quiénes son y qué hacen los agentes de Castro, sin empeñar recursos para llevarlos a la cárcel. El régimen de Castro percibió esto como señal de debilidad y ahora enfrentamos consecuencias imprevistas.
Al concentrarse los recursos en atrapar peces grandes, hemos envalentonado a Castro. Sus espías se mantienen activos por largo tiempo, porque la Dirección de Inteligencia (DI) ya sabe que no vamos a frenarlos. Necesitamos cambiar esa política y podemos hacerlo, en parte, pidiéndoles a todos los estadounidenses que llamen por teléfono a sus representantes para exigirles que se tome en serio el trabajo contra la inteligencia castrista».
El alboroto de la progresía en el exilio, defensora a ultranza de los cinco espías penitentes de la Red Avispa, se aplaca un tanto cuando aflora el caso de Ana Belén Montes, porque habría que preguntarse cómo es posible que la inteligencia castrista picara tan alto.
«El régimen de Castro lleva medio siglo haciéndolo bien. En el clímax de la Guerra Fría, la Dirección General de Inteligencia (DGI), antecesora de la DI, ocupaba la cuarta posición entre los mejores servicios de inteligencia del mundo, por detrás solo de la CIA, la KGB y el Mossad. Haber logrado esa posición es algo inverosímil, pero cierto.
»A la inteligencia castrista le gusta trabajar con verdaderos creyentes, es decir: con personas que anteponen la ideología al dinero. Conozco a muchos que creen en lo que están haciendo. Ana Belén Montes es un caso ejemplar: preguntarle si había espiado a sueldo fue una ofensa para ella. Sin embargo, nunca es solo ideología.
»Los tres botones del espionaje son el ego, el odio o la venganza, y la ideología. Los reclutadores de espías se sienten felices con candidatos que tengan uno solo, así que imagínense cuando pueden pulsar los tres: se hace realidad el sueño de todo el que forma y maneja espías.
»Así ocurrió con Kendall Myers. Además de un ego desmedido, él guardaba mucho odio hacia los EE.UU., tal y como podemos leer en los documentos desclasificados. Para la DGI fue muy fácil detectarlo y reclutarlo. Castro exacerbó el ego de Myers concediéndole muchas medallas. Y de contra, Myers creía en la revolución socialista. La DGI tuvo a su disposición los tres botones, para pulsarlos a conveniencia y poner a trabajar no solo a Kendall Myers, sino también a su esposa».
Ana Belén Montes, Kendall Meyers… ¿fueron como agujas encontradas en un pajar?
No, en lo absoluto. La inteligencia castrista no puede reclutar a todos los que quisieran espiar para Castro. No tienen oficiales bastantes para manejar a tantos candidatos. Por ello la DGI, y desde 1989 la DI, se concentran en operaciones de larga duración, porque no tiene personal de inteligencia suficiente para atender la oferta de voluntarios a favor de Castro en el mercado del espionaje. Por solo citar dos ejemplos mediáticos, el psicólogo cubano-americano Carlos Álvarez y el ingeniero argentino Guillermo Gaede fueron a sendas misiones diplomáticas cubanas para brindarse como espías.
»Hay muchísima gente ingenua, que todavía profesa amor a la “revolución cubana”. Son gente que, cuando van a Cuba, ven solo lo que quieren ver, como Kendall Myers, quien hacia 1978 escribió en su diario sobre la opresión en los EE.UU. Estos apuntes debieron llamar la atención de la DGI, que detectó a un elitista, con modo de vida muy diferente al americano común, para enseguida encauzarlo por la ruta ideológica del castrismo».
Kendall Myers, Ana Belén Montes, Alberto Coll y otros desvirtúan el socorrido argumento de que Castro infiltra sus agentes en los EE.UU. tan solo para vigilar a grupos del exilio. El caso de Myers demuestra que hasta se urden viajes a la Isla con intención de reclutamiento…
«No solo eso. Todo funcionario público estadounidense que recibe visado de Cuba es ya objetivo de inteligencia. Desde el momento en que solicita la visa empiezan a configurar su perfil. Para este trabajo, la DGI no vaciló en emplear psicólogos estadounidenses, como Carlos Álvarez, dentro de los propios EE.UU. Al momento de aprobarse su visa cubana, el funcionario americano tiene ya un agente de Castro esperándolo en La Habana, con un expediente que contiene información biográfica relevante y la valoración como candidato para labores de espionaje. La DI castrista no pierde tiempo y verifica todo, para saber de antemano quiénes son las personas de interés e ir tras ellas».
Usted ha puesto en la picota pública, como espías “fundidos” de Castro, a Marifeli Pérez Stable, Lisandro Pérez y otros académicos de los EE.UU., pero enfatiza que la DI tiene marcado interés en reclutar estudiantes…
«En el espionaje hay que prestar atención a las acciones inmediatas y al futuro. Y eso tiene que hacerse al unísono. Es preciso manejar agentes para que ahora mismo busquen secretos militares y diplomáticos, o roben secretos industriales y económicos, sin perder la perspectiva de largo plazo, porque la próxima generación de espías siempre será necesaria.
»Los espías son personas que, como cualesquiera otras, trabajan, se jubilan o dejan de funcionar. Y las universidades son manantiales propicios para que corran nuevas aguas. Vamos a ser francos: el joven universitario estadounidense percibe un viaje a la Isla como algo romántico. Cuba es el país extraño, la fruta prohibida… Y nosotros dejamos que nuestros jóvenes vayan a la Isla en viajes de intercambio académico, para que caigan en manos de la inteligencia castrista. Quienes viajan hoy son los estudiantes del curso 2009-2010, pero la DI busca en ellos a los espías del 2019. A este cometido de largo aliento se dedica parte del tiempo actual, para reclutar desde ahora, porque resulta mucho más fácil que ponerse a buscar agentes entre los empleados del gobierno o de empresas privadas».
Al respecto de académicos cubano-americanos tachados por Simmons como agentes de Castro, la progresía miamense recurre a un doble subterfugio: endilgarle la intención de hablar en nombre del gobierno estadounidense y privar de toda credibilidad a los desertores de la inteligencia castrista que Simmons usa como fuentes.
«He dejado bien claro que no acudo a los medios en representación del gobierno estadounidense ni como vocero del ejército u otra institución. Si algunos no han querido oírlo, es su problema. Y en cuanto a los desertores del régimen de Castro, no puedo menos que aplicarles la primera lección de contrainteligencia: nunca se puede creer por completo.
»El dicho de un desertor debe verificarse siempre y corroborarse con otras fuentes. Es la vieja máxima de Ronald Reagan: confía, pero verifica. Por lo demás, nunca tildo de espía o agente a nadie por el mero testimonio de un desertor, sino como resultado de informaciones cruzadas.
»Al lidiar con desertores me atengo a la visión de conjunto. Si puedo corroborar el 85% de la información que están dando, el resto puede considerarse cierto sin mucho margen de error.
Así y todo, tengo siempre en cuenta que los desertores son una mezcla bendita: algunos sobreestiman su importancia, otros esconden información y muchos no rinden cuenta exacta sobre los demás agentes y oficiales. Los trato como a cualesquiera otras fuentes personales: además de trabajar con ellos el mayor tiempo posible, siempre busco qué pretenden proteger o esconder».
¿Cuántos agentes tendría Castro en los EE.UU.?
Mis estimados arrojan que hay 33 espías disfrazados de diplomáticos en la misión cubana ante Naciones Unidas (Nueva York) y en la Oficina de Intereses de Cuba en Washington. Así que, a razón de unos seis agentes ilegales por cada agente legal, Castro debe contar con más de 200 agentes en suelo americano. Y de ellos, alrededor de la mitad opera en la Florida, donde se montó el primer centro de inteligencia castrista en abril de 1959, es decir: a poco de haber entrado Castro en La Habana. Este centro, en Miami, es acaso la mejor demostración de que Castro llevaría adelante la “revolución sin fronteras”. Su labor de espionaje se concentró en el sur de la Florida hasta 1966, cuando sus espías y agentes se desplegaron de costa a costa».
¿Y cuáles son las prioridades de la inteligencia castrista?
«Por lo general, los servicios de inteligencia defienden a la nación, pero ése no es el caso de Cuba. Allí, las «fuerzas armadas revolucionarias» protegen a la nación y los servicios de inteligencia, a los hermanos Castro. Ellos tienen dos viejos pánicos: el pueblo cubano y los EE.UU. Sobre esta base armaron los servicios de inteligencia: de unos 11,300 efectivos, 8 mil espían en contra del propio pueblo de Cuba y casi todo el resto trabaja en contra de los EE.UU. Ese es el panorama de la inteligencia castrista, porque los Castro consideran que el pueblo cubano, incluyendo a los cubano-americanos, y los EE.UU. son las amenazas más serias a su propósito de preservar el poder».
Al menos en el sur de la Florida, los hermanos Castro no tienen mucho que espiar… [???¿]
«Para la DI castrista, las prioridades son los cubano-americanos, por un lado, y por el otro las fuerzas armadas, el gobierno y los asuntos económicos de los EE.UU. A este triple y último respecto, Castro trafica con informes inteligencia sobre los EE.UU., que son como mercancía cotizada en bolsa. Castro no solo usa, sino que ofrece a otros esa información, siempre por algo a cambio. Cualquier cosa puede comerciarse con facilidad si es un secreto, y este negocio del castrismo es muy lucrativo. Puedo afirmar que representa una de las mayores fuentes de ingresos en moneda dura para Castro.
»Los chinos, por ejemplo, están estrechamente vinculados a la inteligencia castrista. Cada trimestre China envía gratuitamente un cargamento de armas a Cuba, pero es sabido que nada se entrega gratis. Los chinos reciben a cambio secretos sobre los EE.UU. recopilados por agentes de Castro. Con esta misma moneda de pago, Castro consigue petróleo de Venezuela y créditos de Rusia.
»Otro buen cliente es Corea del Norte, donde impera la noción de que tarde o temprano estallará la guerra. El régimen de Pyongyang se preocupa mucho por las operaciones especiales en los EE.UU. y Cuba no es segunda de nadie en el conocimiento de esas operaciones. Castro trasiega esa información a Corea del Norte y por ello no sorprende que ambas naciones se comporten tan parecido en Naciones Unidas».
Por último, ¿ayuda la inteligencia castrista a grupos terroristas?
«Los agentes y espías de Castro son corredores de bolsa. Ese es el mejor cometido profesional para contribuir a la supervivencia del régimen: poner algo sobre el tapete que resulte negociable, incluso con terroristas. Castro patrocina y mantiene relaciones con numerosos grupos terroristas. Muchos alegan que su apoyo es pasivo, pero yo preguntaría qué significa eso de apoyar pasivamente a terroristas. Históricamente Castro ha suministrado información a los enemigos de los EE.UU., incluyendo bandas terroristas. Y si esa información condujo a la muerte de ciudadanos americanos en aquel entonces, ¿por qué dudar que ahora Castro trafique informes de inteligencia con terroristas igualmente empeñados en matar a estadounidenses?
Anytime: gurgueiros@gmail.com
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