By RAUL RIVERO sobre libro de Vicente Botin ex corresponsal extranjero en La Habana. http://bit.ly/2NATuW
Madrid -- Cuba, un país al que visitan cada año centenares de hombres y mujeres enceguecidos por la pasión, los dogmas, el miedo, el oportunismo o la densidad de las chequeras, necesitaba un libro como Los funerales de Castro, escrito por el periodista español Vicente Botín.
Publicada por la editorial Ariel, esta especie de memoria de un corresponsal extranjero en la isla es --a mi modo de ver-- el reportaje más completo, hondo y abarcador que se ha escrito sobre la realidad cubana en los últimos años.
Son unas 400 páginas de apuntes, informaciones, análisis y descripciones que fluyen bajo las claves de una antología del bolero y al amparo de una colección de letreros, fotos y detalles que le dan al libro, por momentos, una velocidad de cine documental.
Se acercó a la gente desde los bordes frágiles de las sillas desfondadas de los solares. Desde los portalones y las azoteas donde fluyen la chispaetrén y el huesoetigre, el bajatelblume y el saltapatrás, ceremoniosos y densos en botellas desnudas y sospechosas. Miró hacia adentro también desde las ventanillas siempre trabadas y pegadas con esparadrapo de los almendrones de los años cincuenta que tosen en las calles.
Conoció y se acercó a los territorios marginados de la disidencia y a la vida real de los presos políticos y las damas de blanco, y tuvo todavía destrezas y recursos para apropiarse al descuido de algunos problemas que dormitan en los sitios cerrados, convertidos por el vicio del secretismo oficial, en zonas de peligro y refugios estratégicos.
Botín dejó todas las hemiplejías políticas hechas una bola de papel en los cestos de la basura donde mismo tiraba las cuartillas dudosas. No se embarcó en el barretín de las ideologías. No fue a defender ninguna línea política ni a descalificar a nadie con un plan terrible preparado en el odio. No. Fue a hacer periodismo como lo que es: un reportero prudente y alerta. Un hombre que cree en la libertad y en la potencia de las palabras.
mí me parece muy importante este comentario que hace el periodista Lluis Bassets en el prólogo del libro. ``Quien quiera engañarse puede: tiene el permiso que le proporciona la ceguera voluntaria practicada durante 50 años con el castrismo. El periodismo es precisamente una actividad que se construye contra la ceguera voluntaria.''
En realidad, Los funerales de Castro no es tan santo como remedio. Siempre habrá ciegos voluntarios que van a negar también el libro porque tiene el resplandor de la verdad.
Madrid -- Cuba, un país al que visitan cada año centenares de hombres y mujeres enceguecidos por la pasión, los dogmas, el miedo, el oportunismo o la densidad de las chequeras, necesitaba un libro como Los funerales de Castro, escrito por el periodista español Vicente Botín.
[Ver entrevista a Vicente Botin el autor: http://bit.ly/920Wp]
Publicada por la editorial Ariel, esta especie de memoria de un corresponsal extranjero en la isla es --a mi modo de ver-- el reportaje más completo, hondo y abarcador que se ha escrito sobre la realidad cubana en los últimos años.
Son unas 400 páginas de apuntes, informaciones, análisis y descripciones que fluyen bajo las claves de una antología del bolero y al amparo de una colección de letreros, fotos y detalles que le dan al libro, por momentos, una velocidad de cine documental.
Botín, un profesional que viene desde la mecanografía y la punta del lápiz, trabajó cuatro años como enviado de la Televisión Española en Cuba. Lo que pasa es que no se quedó petrificado en las agendas de la cobertura programada por las altas conveniencias. Con prudencia, seriedad y ciertas argucias se llevó en sus notas privadas (enviadas a Madrid, a veces, con viajeros desapercibidos) una visión despejada y realista del día a día de los cubanos y otros asuntos.
Se acercó a la gente desde los bordes frágiles de las sillas desfondadas de los solares. Desde los portalones y las azoteas donde fluyen la chispaetrén y el huesoetigre, el bajatelblume y el saltapatrás, ceremoniosos y densos en botellas desnudas y sospechosas. Miró hacia adentro también desde las ventanillas siempre trabadas y pegadas con esparadrapo de los almendrones de los años cincuenta que tosen en las calles.
Conoció y se acercó a los territorios marginados de la disidencia y a la vida real de los presos políticos y las damas de blanco, y tuvo todavía destrezas y recursos para apropiarse al descuido de algunos problemas que dormitan en los sitios cerrados, convertidos por el vicio del secretismo oficial, en zonas de peligro y refugios estratégicos.
Botín dejó todas las hemiplejías políticas hechas una bola de papel en los cestos de la basura donde mismo tiraba las cuartillas dudosas. No se embarcó en el barretín de las ideologías. No fue a defender ninguna línea política ni a descalificar a nadie con un plan terrible preparado en el odio. No. Fue a hacer periodismo como lo que es: un reportero prudente y alerta. Un hombre que cree en la libertad y en la potencia de las palabras.
mí me parece muy importante este comentario que hace el periodista Lluis Bassets en el prólogo del libro. ``Quien quiera engañarse puede: tiene el permiso que le proporciona la ceguera voluntaria practicada durante 50 años con el castrismo. El periodismo es precisamente una actividad que se construye contra la ceguera voluntaria.''
En realidad, Los funerales de Castro no es tan santo como remedio. Siempre habrá ciegos voluntarios que van a negar también el libro porque tiene el resplandor de la verdad.
Otros de Rivero: http://bit.ly/1dqFeb
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